DESDE TARRAGONA CONVERSNADO CON TERESA DOMINGO CATALÁ [1ra Parte]
ENTREVISTA [1RA PARTE]
A
Teresa Domingo Catalá la conocí virtualmente cuando me encontraba editando “Palabraabra viva” Había leído algunos de sus
poemas y noté una poética fuerte, directa, avasalladora. La invité a ser
incluida pero al final no accedió a la cita por conceptos estéticos en la
conformación de los diálogos. La invité a una conversación y accedió a ello sin
dilación. Teresa nació en Tarragona el año
1967, donde reside. Es Licenciada en Ciencias Políticas y en Sociología por la
UCM, en el año 1992. Es copropietaria de la librería Ómnibus, en Tarragona,
especializada en sensualidad y erotismo. Ha publicado varios libros de poesía.
Está incluida en las antologías hispanoamericanas de poesía compiladas por Leo
Zelada y su obra, tanto poética como dramática, está publicada en distintas
revistas virtuales.
Ernesto R. del Valle.- Ante todo deseo
platicar con esa niña que vive dentro de ti, esa que en las noches, quizás aún
teme a lo oscuro, sabiendo que definitivamente el miedo vive dentro de
nosotros. Quisiera que esa niña me cuente de sus primeras experiencias en la
casa hogareña donde nació en Tarragona. Sus juegos, sus amigos. Anécdotas,
etc..
Teresa Domingo Catalá.- Ahora mismo esa niña ha crecido mucho
emocionalmente. La niña asustada y temerosa que fui, amante de la noche, de la
oscuridad, del sueño y de la imaginación se ha convertido en una niña fuerte,
enérgica, potente, y sobre todo valiente.
Cuando
era niña me encantaba el fútbol y mi sueño era jugar en el Barça, como Johan
Cruiyff[1].
Entonces no era consciente de que, como era del sexo femenino, mi aspiración
era imposible. Cuando tenía unos siete años mis padres me regalaron el equipo
del Barça con el número 9, que era del famoso jugador del que yo estaba
“enamorada”. Y no se me ocurrió una idea mejor que decírselo a todo el
vecindario con notitas de papel firmadas con mi nombre. Después los chicos y
las chicas se reían de mí, porque yo ya de niña no era demasiado normal.
Pero
nunca he querido ser normal, si es que la normalidad existe, pues ¿qué es en
realidad lo normal? ¿Quién lo establece?
ERdelV.-
¿Quienes fueron las personas más importantes para ti, en esa etapa de tu niñez?
TDC.- Mi
tiet y mi abuelo fueron las personas más
importantes de mi infancia. Eran los que me llevaban a jugar a los columpios, a
las ferias de los barrios, los que me daban algo de dinero para comprar
golosinas y tebeos. Me mimaban y me consentían, y me amaban mucho y yo también
les amaba a ellos. Mi madre me contaba, cuando yo ya era más mayor, que mi tiet
viajó a Francia cuando yo tenía cuatro añitos. No había juguete que me
consolara, ni televisor que me entretuviera, ni otra persona que me conformara:
yo quería a mi tiet y a nadie ni a nada más.
ERdelValle.-
Debiste haber tenido gustos y
preferencia. De niños ¿quién no los ha tenido?
Me
gustaba jugar con los chicos del barrio a las carreras, a los piratas y con las
niñas jugaba a saltar la goma y a la comba. Era muy activa físicamente y no
paraba quieta.
Como me vino la
menstruación muy temprano, a los nueve años, se me acabaron este tipo de juegos
porque desde ese momento ya era una “mujer”.
ERdelV.-
Esa es otra etapa en la niñez femenina,
el mal llamado paso “de niña a mujer”
Porque en definitiva en el consciente sigue siendo la niña que es.
Al acabarse los juegos, ¿qué hiciste?
TDC.-
Leía cuentos y tebeos, sobre todo, y me encantaba leer. Aprendí deprisa y se me
daba bien, también en las redacciones del colegio. Escribí una sobre los
almendros en flor y me la puntuó la maestra con un muy bien. Cuando la pasé
a limpio - mis libretas eran desastrosas – repetí ese muy bien y las niñas se
rieron de mí pensando que me lo había puesto yo porque sí, cosa que nunca se me
habría ocurrido.
Aprendí
a montar en bicicleta con la bici de una vecina. Los padres de esta niña le
habían prohibido que la prestara, pero nos escondíamos y ella me enseñaba cómo
tenía que hacer para no caerme. Luego mi abuelo me compró una bicicleta ya de
mayor.
Mi
otro abuelo, el que vino de Francia, me hizo un regalo sorpresa cuando tenía
cinco años: una bicicleta con ruedas atrás, para la niña que era. La envolvió y
la puso encima de la mesa del comedor. Usé esa bicicleta hasta que no quedó de
ella ni un pedal sano. Siempre he pensado que el mejor tributo que le podemos
hacer a los regalos es usarlos muchas veces y disfrutarlos, porque si no quedan
inservibles y encima sin haberlos utilizado.
ERdelV.-
Cuando somos niños sobre dimensionamos tiempo y espacio. Intuimos a las personas que nos rodean. ¿Cómo fue la relación de la niña Teresita con
sus padres?.
TDC.-
Mi relación con mi madre siempre fue problemática. Tengo recuerdos muy bonitos,
como cuando me arropaba por la noche o me cuidaba cuando yo estaba enferma.
Cuando le acariciaba las manos o me sentaba encima de sus rodillas y me hacía
dar pequeños saltos haciendo de caballito.
ERdelV.- Sobre tu papá, ¿qué recuerdas en tu
infancia?
TDC.- De mi
padre no tengo recuerdos en la niñez. Sólo de la adolescencia.
ERdelV.-
Tus lecturas en esa época donde la adolescencia
comenzó a forjar tus, quizás, primeras
rebeldías fueron lecturas dirigidas o espontáneas? ¿Qué autores preferías?
TDC.-
Mis lecturas eran totalmente espontáneas. En mi casa no se leía. Nadie leía
habitualmente. Sólo uno de mis abuelos, y eran novelitas del Oeste. Esto tuvo
un efecto positivo. Nadie de mi familia podía sospechar que hubieran libros
peligrosos, o que en los libros pudiesen existir ideas subversivas.
Así
que yo vivía en una dicotomía extraña: por una parte se reprimía mi personalidad
hasta límites casi inconcebibles y por otra se me daba una libertad absoluta
para leer lo que yo quisiera.
ERdelV.- Sobre tu papá, ¿qué recuerdas en tu
infancia?
TDC.- De mi
padre no tengo recuerdos en la niñez. Sólo de la adolescencia.
ERdelV.-
Tus lecturas en esa época donde la adolescencia
comenzó a forjar tus, quizás, primeras
rebeldías fueron lecturas dirigidas o espontáneas? ¿Qué autores preferías?
TDC.-
Mis lecturas eran totalmente espontáneas. En mi casa no se leía. Nadie leía
habitualmente. Sólo uno de mis abuelos, y eran novelitas del Oeste. Esto tuvo
un efecto positivo. Nadie de mi familia podía sospechar que hubieran libros
peligrosos, o que en los libros pudiesen existir ideas subversivas.
Así
que yo vivía en una dicotomía extraña: por una parte se reprimía mi personalidad
hasta límites casi inconcebibles y por otra se me daba una libertad absoluta
para leer lo que yo quisiera.
Yo
no podía comprender que mi madre se encontraba agobiada por todo el mundo: por
mi padre, mi tiet, por su padre, por sus suegros, por las vecinas... Mi madre
atendía a todo el mundo y se sentía responsable de cuidar de todos, y pasó toda
su vida al servicio de los demás, y ese peso se convertía en algo insoportable
para ella, pues era responsable de un montón de gente a la que tenía que
cuidar.
Y
ese peso se descargaba en mí. Mi madre me trataba como se trataría a una amiga,
y yo me pasé la infancia escuchando sus monólogos y aprendí a cuidar de los
demás, pues en lugar de apoyarme en mi madre, ella se apoyaba en mí. Y yo era
muy pequeña.
En caso de conflicto con una tercera persona mi madre nunca me apoyó.
Nunca. Los demás siempre tenían razón, porque para ella los demás eran más
importantes que su propia familia. Cuando ella enfermó de cáncer, esos demás que tanto le importaban
desaparecieron totalmente y su hija rompió su vida para cuidarla.
ERdelV.- La niñez es –definitivamente- esa etapa de
la plena inocencia. Nuestros padres son siempre el ideal perfecto, los
magnificamos a nivel de héroes, por eso me sorprende esta situación entre
ustedes dos. Siento en estos momentos la voz de aquella niña pidiendo
explicación ante aquello que no
comprendía. ¿Guardas alguna anécdota
que desees contar?
TDC.- Una de
las cosas que más me dolieron de mi madre fue cuando me hizo regalarle a otro
niño un trencito de juguete que me regaló mi abuelo – el que se exilió después
de la guerra civil -.. No era por ser mío sino por el valor sentimental que
tenía ese trencillo para mí. Yo tenía tres o cuatro añitos.
Mi madre me
sobreprotegió y me anuló. Sólo de adulta he logrado reconciliarme con la figura
de mi madre, saber que me amaba aunque a mí su amor no me llegó y yo no lo
sentí.
Pero de mi madre
tengo la sensibilidad y la espiritualidad y de su familia el talento artístico.
Como ya he comentado, al venirme la menstruación se me acabó el hacer la cabra.
Mi madre me dijo: te sientas en un banco, y me dio un libro. Sin ella saberlo,
despertó en mí una pasión que morirá cuando yo me muera.
[1] HENDRIK JOHANNES CRUIJFF. Conocido internacionalmente como Johan Cruiyff (Ámsterdam 25
de abri de 1947 Johan Cruyff es un ex entrenador
del FC Barcelona, ex presidente de honor del FC Barcelona y colaborador de la federación
catalana en proyectos deportivos y sociales. Su apellido se escribe Cruyff en grafía tradicional o Cruijff en ortografía neerlandesa reformada.
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