IRMA VEROLIN EN LA ZONA DE SU INTERIOR.
Por.
©Ernesto R. del Valle. Cuba
Editor. Revista Literaria Guatiní
Irma Verolín ha vivido una vida plena de viajes, desde su tierna infancia,
cuenta que, acabada de nacer en Buenos Aires, la trasladan a Rosario con sus
abuelos paternos. Encuentro en mi bandeja de entrada una nota suya a la cual
contesto con una invitación a esta entrevista para la Revista Guatiní, a la
cual accede gustosamente. Irma tiene varios premios, publicaciones variadas, ha
transitado por el género Infantil, la novela, etc. Pero me interesa indagar su
zona interior, esas partículas de recuerdos que subsisten que perviven,
marcándonos para siempre.
REVISTA
GUATINÍ.- Gracias, estimada colega por su
gentileza al aceptar esta pequeña conversación para la Revista Guatiní, en
Miami.
Nacida en Buenos Aires, capital de Argentina. ¿Qué
recuerdos le trae su casa natal, sus impresiones infantiles, rincón preferido,
etc.
IRMA
VEROLIN.- Mis abuelos tenían una casa grande en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, de dos pisos, con
jardín que en aquellos años se llamaba “petit hotel”, pero casi no la recuerdo,
porque viví con ellos siendo muy niña un tiempo del que lamentablemente no me quedan
recortes de escenas, aunque en aquella casa aprendí a caminar y a hablar. Fuera
de ese lapso, viví con mis padres quienes, apenas se casaron, alquilaron lo que
hoy llama PH (propiedad horizontal) en planta alta en Buenos Aires donde
vivimos hasta que yo tuve cinco años. A
esa escalera de mármol marrón jaspeado sí la recuerdo perfectamente y hasta creo que la gran caída que me hizo
perder los dientes de adelante se produjo allí.
Mi rincón preferido en esa casa no fue mi
habitación sino el llamado “comedor” que daba a la calle y estaba aislado. En
un rincón había un antiguo combinado para pasar discos. En aquel comedor yo escribía, leía, tocaba la
guitarra y recitaba. Con los años la casa se fue deteriorando, mis abuelos
estaban más ancianos. En fin. La vida describe una parábola siempre y en esa
parábola se encontraron mi juventud y el declinar de la vida de mis abuelos,
que fueron mis padres adoptivos. Y otro lugar que al que solía ir era la
terraza, una terraza llena de macetas con malvones, azaleas y rosas que mi
abuelo regaba cada día al atardecer. En aquella terraza yo bailaba con un viejo
vestido de organza de mi abuela poniendo música clásica, de más está decir que yo era un zafarrancho bailando, la expresión corporal
no es mi fuerte, lo hacía para divertirme. La terraza fue mi conexión
cielo-tierra
RG.-
Perder a nuestros padres en la infancia
es una página dolorosa en cualquier niño, una paradoja imposible de creer.
¿Cómo la niña que vivía en Usted, llena de juegos, de intereses y sueños, pudo
asimilar aquel hecho, aquella realidad?
IV.-
Es significativo y aunque resulte paradojal: el dolor dio lugar a la más grande
de mis fortunas, lo uno presupone lo otro de un modo indiscutible. Hay algunas
escenas que marcaron el inicio de mi encuentro con la palabra, son esas escenas
llamadas “fundacionales” y están ligadas a la muerte: Tengo cinco años y medio
y estoy sola en una habitación con las paredes pintadas de un color azul muy
oscuro. Hay una ventana frente a mí. Es invierno. Entra mi abuela y parada
desde la puerta me dice: “Tu mamá se fue al cielo”. Luego se va y yo quedo ahí,
encerrada en la oscuridad de las paredes que se prolonga en la ventana. Todo es
oscuro, el cielo mismo que hace un instante mencionó mi abuela es casi negro.
Hay otra escena que ocurrió inmediatamente
después. En aquel primer grado que en esa época se llamaba “primero inferior”
(luego venía en primero superior) se organizó un acto de fin de año. Yo estaba
muy entusiasmada porque representaba a una muñeca. Ensayamos dos o tres semanas hasta que una tarde la
maestra se acerca a la tarima y coloca
su mano en mi pecho, es una imagen nítida que está dentro de mí, puedo sentir
todavía esa mano y su calor. De inmediato a voz en cuello dice: “Verolín no
puede participar porque no tiene madre que le haga el vestido”. Y me sacan del
acto, quedo excluida. Cada vez que retorno a
aquella situación pienso que es grotesca, desproporcionada.
RG.-
Durante su etapa de adolescente tuvo
experiencias sobre el teatro, ese mundillo a veces mal comprendido, mal ubicado
en espacio y tiempo pero que está lleno de ricas experiencias tanto personales
como sociales. A su edad, esa edad en que aún los valores estéticos se sienten
de una forma tan especial, ¿qué le influyó esta realidad para su futura
vocación literaria?
IV.-
El teatro estuvo siempre por el contacto
cotidiano con mis tíos que desempeñaron
junto a mis abuelos el rol de padres, generacionalmente estaban más cerca de mí
que mis abuelos, incluso mis abuelos les preguntaban sobre crianza a ellos
cuando mi hermano y yo planteábamos los conflictos clásicos de los jóvenes. La
literatura me llegó a través de esas voces trabajadas y moduladas de los
actores.
Mi
historia personal debía conducirme a escoger la palabra escrita antes que a ninguna otra modalidad
expresiva. Lo efímero de la vida me plantea cuestiones existenciales y me lleva
a tomar como tema literario el tiempo, que es una de mis obsesiones. Tuve una adolescencia
muy triste y ensimismada, me orienté hacia la mística también, influida por la
educación de las monjas. La nota de color, como siempre, vino de la mano de mis
tíos actores.
RG.-
¿Cómo fue el ‘encontronazo’ de Irma
Verolin con la Literatura?
IV.-
La palabra escrita se me presentó desde el principio como una compensación
frente al cuerpo ausente de mi madre. Por otra parte mi padre cometió el error
de decirnos que mamá iba a volver, una promesa incumplible, lo que generó en mí
una dualidad y una frustración muy grandes. Y
además produjo un concepto equivocado sobre la muerte, la muerte se me
coló en la vida y ya no pude separar lo uno de lo otro, además modificó ciertos
hábitos: mi hermano y yo nos acostumbramos a sentarnos en el umbral al atardecer
esperando que mi madre regresara. Aquel
umbral se convirtió en un contradictorio símbolo de la imposibilidad y de la esperanza. Las palabras podían tener un peso demoledor y
era preciso hacer algo con ellas, darles lugar para reconfortar un pequeño
mundo que se venía abajo. Sólo la palabra escrita vino a suturar esa
bifurcación, la palabra escrita se convirtió en un sostén de la existencia. La
palabra se convirtió en un medio de supervivencia. Con los años se volvería también un instrumento de conocimiento. Ahora
con mi regreso a la poesía mucho más porque la palabra poética se relaciona con
la filosofía y con la música.
RG.-
¿Cuáles fueron sus primero autores y
lecturas? ¿Alguien en especial le ha influido de alguna manera en su estilo,
forma literaria?
IV.-
Lo primero de todo fue la poesía. Vino en letras de tango a través de las voces
de la radio. El tango cuenta formidablemente las historias de infortunio, de
desarraigo y de pérdida. Me encantan esas historias. Inmediatamente llegan Gustavo
Adolfo Bécquer en mi primera adolescencia y Alfonsina Storni. A Alfonsina
Storni la adoré, pero la adoré literalmente.
Mis lecturas juveniles eran caóticas, me gustaban las historias de vida
como el diario de Ana Frank o las novelitas románticas. A la vez me llegaban libros
sugeridos por mis tíos de otro calibre, autores como Bertolt Brecht, Julio
Cortázar o Leopoldo Marechal, todo
mezclado, para ser sincera debo decir
que siempre tendí a mezclar, a buscar que lo opuesto
encontrara un punto de unión.
Me
siento obligada a admitir que los
autores y autoras que me influyeron son aquellos que leía cuando comencé a
escribir de otra forma, yo diría a partir de los veinte años. Leer a la poeta
argentina Alejandra Pizarnik fue decisivo para mí. Hay una luz oscura y una síntesis
apretada en sus versos que me conmueve y me duele. La venero. De modo que las escritoras del setenta fueron mis
principales referentes literarios a la hora de escribir, ya que si bien comencé
con la poesía me definí muy pronto como narradora. Ahora estoy abocada a delinear una poética.
RG.-
Hay arraigos en su educación de
realidades y culturas diferentes. ¿Cómo traduce o manifiesta, la escritora
estas culturas en su expresión literaria?
IV Es interesante esta pregunta porque la
Argentina es un país de diversidad cultural como producto del proceso
inmigratorio impulsado por Domingo Faustino Sarmiento en la segunda mitad del
siglo XIX. Estamos cayéndonos del mapa pero el mundo parece haberse refugiado
aquí, en este triángulo geográfico. Como argentina que soy lo multicultural lo
he vivido desde el principio. Hace unos
meses estuve con amigos en la provincia de Corrientes y hablaban en portugués
por su contacto con el Brasil. Cuando viví en Misiones me habitué a escuchar
varias lenguas mezcladas porque es una provincia de colonos alemanes y polacos
principalmente, también se habla mucho guaraní por la población paraguaya que
se ha afincado en la provincia, por otra parte el guaraní no es una lengua
uniforme, tiene diferentes ramas. Esta sensación de vivir entre extranjeros es
muy familiar en mi país.
R.G.
¿Cómo se trasladó esta experiencia de
vida a su escritura?
I.V.-
No podría precisarlo. He escrito en literatura para chicos un cuento sobre lo que acabo de narrar, tengo
un cuento titulado “Verolines” que se
publicó en “El Quirquincho” (el
quirquincho es un animal autóctono, lo he visto
con frecuencia en Misiones, una vez
durante un viaje por el interior de la provincia pisamos uno
en la ruta sin querer y fue muy triste para nosotros, llevábamos pala, así que
lo enterramos ahí mismo).
RG.-
Tiene varios poemarios y novelas
publicados. ¿Con cual se siente identificada la autora, cuál le sigue mordiendo
sus ijares en ese momento de soledad y reflexión que todos tenemos?,
IV.-
Intentaré responder esta pregunta aunque saber si siento auténticas
preferencias con respecto a un libro u otro no me surge naturalmente. Sentí
mucho apego por mi primera novela, tal vez porque tardé unos cuantos años en escribirla. Me acuerdo
que en aquella época no había computadora y yo viajaba desde Misiones en avión
a Buenos Aires y no guardé las copias, únicas por otra parte, en la valija por
temor a que se perdieran, las puse
conmigo en el bolso de mano, eran muy pesadas.
Sin embargo, para ser sincera, tendría que
confesar que fue mi primer libro “Hay una
nena que gira”, Ese libro fue importante y lo sigue siendo por una
repercusión entre los escritores que a mí me pareció valiosa, dado que venía
del absoluto silencio. Ese libro me conectó con Libertad Demitrópulos y su
marido Joaquín Giannuzzi que fueron como padres para mí, mis grandes amigos.
Ahora
estoy tan pero tan subyugada por la poesía
que me apasiono por lo que estoy
escribiendo. Lo escrito ya está escrito ¿no? Y forma parte de lo que no nos
pertenece, al publicarse ha sido
soltado, les pertenece a los otros, lo que estoy escribiendo todavía me
pertenece en cierto sentido, tengo injerencia en la forma que va adquiriendo:
estoy gestando a la criatura.
RG.- ¿Planes presentes?. ¿Planes futuros?
RV.-
Ahora en todo lo que pienso es en la poesía, pero no sólo en escribirla sino en
decodificar y profundizar a muchos
autores que aún no he abordado a través de la lectura. Se me ha abierto un
mundo nuevo, sin límites. Siento que la poesía me está alargando la vida porque
me muestra mucho por indagar y ver y eso estimula mis a veces flacas ganas de
vivir.
RG.-
La realidad argentina enfrenta en estos
momentos, como muchos países en el mundo, una lucha manifiesta de fuerzas que
traen y contraen sus músculos para el poder. Como entes sociales somos
totalmente políticos, nuestras acciones más imperceptibles son llevadas a cabo
por una política, estrategias y tácticas a fin de lograr el triunfo. En lo
profesional, no ligar esto con aquello, debe ser lo correcto, pero sentimos
como todo ciudadano, en nuestro costado, dolor y alegría por nuestra Patria,
por la Sociedad a la que pertenecemos. Qué dicen la mujer social y la
profesional de su interior sobre esto. ¿Convergen en ideas y acciones?
IV.-
Hasta cierto momento de mi vida tuve una visión muy política- trataré de transmitir esto cabalmente.
Veremos si lo logro- consideraba que la identidad de una persona estaba
directamente ligada a la idea que se forjaba sobre los criterios con que se
organiza el mundo afuera. Después se modificó mi concepto de identidad y
comencé a sentir que las ideas cambiaban y que lo que cambia no es lo que forja,
hay en cada persona un basamento
constitutivo y eso no varía, los valores
éticos por ejemplo. Con los mismos valores éticos se puede estar en un partido
político o en otro. El movimiento para mí hoy es al revés, no se trata de hacer
la revolución y listo, esa fue la consigna de mi generación que apostó a la militancia política, el
movimiento que transforma es desde adentro hacia fuera, insisto.
Hubo
mucha farsa en esa actitud, no todos eran el Che Guevara, aunque las ideas
podían ser legítimas terminamos en la masacre de los treinta mil desaparecidos.
Con respecto a la Argentina
actual yo no me pronuncio contra este gobierno que nos ha brindado buenas
leyes, lo que no me gusta es la eterna división entre facciones típicamente
nuestra que parece haberse profundizado últimamente, el tironeo se realizada desde los dos lados,
eso atenta contra nuestro crecimiento como país porque muchas veces los
gobiernos no toman los aportes del anterior sino que los destruyen simplemente
porque pertenecían al partido contrario.
RG.-
¿Cómo ve en Argentina el desarrollo de la
Literatura entre los jóvenes?
IV.-
Esta pregunta tampoco me resulta fácil de responder. Estuve unos cuantos años
alejada del medio dedicada a profundizar en temas espirituales y a cuidar a mi
abuela que murió con cien años. Entre narradores y narradoras he descubierto
gente interesante, los jóvenes siempre
renuevan, traen energías originales, enfoques inesperados. En poesía mi
confusión es aún mayor. Y no me pasa
únicamente a mí. Pareciera que se
nos vuelve difícil ver el espectro general, en parte porque estamos sumidos en
él y porque en la actualidad hay un
pluralidad de líneas de escritura al menos aquí que no parecen tener puntos en
común entre sí. Por tendencia natural me gustan los jóvenes, me interesan, me
interesa todo lo que hacen, aprendo de ellos. Hay escritoras más jóvenes como
Patricia Suárez, Samanta Schweblin
y Henán Ronsino que me parecen muy buenos. Debo confesar que me falta
perspectiva. Por ejemplo en poesía hay una línea de escritura que surgió
en la década de los noventa, prosaica,
cercana a la oralidad que está bastante difundida entre los jóvenes y se detectan,
según mi apreciación, niveles de calidad diferentes. De cualquier modo a mí yo
me he volcado más la poesía lírica, confesional con algún sustrato metafísico y
lo cotidiano me interesa en la medida que me permite ver más allá, dar un salto
que lo eleve y que muestre la condición humana.
RG.- Algo
importante que desees agregar, que haya quedado en el tintero, como
quien dice?
IV.-
Esta propuesta es peligrosa para una sagitariana expansiva como yo. Tal vez me
gustaría decir que todo lo que vivimos y por lo que bregamos los humanos no debe ser tomado demasiado en serio, el mundo es una ilusión y
lo que nos vamos a llevar es aquello que aprendimos a amar y la buena calidad
de amor que hemos brindado, eso convertido en aprendizaje emocional es lo que
nos hace evolucionar como seres que venimos a este plano a eso, simplemente y
nada menos que a ser mejores personas
A
través de un poema se puede pensar el mundo, se trata de crear una visión, de
reflexionar sobre el ángulo desde el
cual miramos, nuestra forma de mirar modifica al mundo. Hay una frase de Rilke
que considero clave: “Aprender a ver.”
RG.-
Gracias Irma por su gentileza para con la
Revista Guatiní y sus lectores.
IV.-
Muchas gracias a Guatiní por haberme
dado la oportunidad de volver sobre mis pasos, de reflexionar y compartir parte
de mi vida.
De mucho gusto, amigo. Gracias por compartírnosla.
ResponderEliminarAbrazos